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LIC. MICHEL BARDALES GARCÍA - Especialidad de Lengua y Literatura - Profesor del Área de Comunicación. Poeta, escritor y maestro difusor de la Literatura Amazónica. - Correos: setilx@hotmail.com / arpaganus@gmail.com

viernes, 23 de junio de 2017

LA NIÑA PERDIDA EN EL RÍO

(Este cuento es el resultado del “TALLER DE REDACCIÓN DE CUENTOS ÉTNICO – AMAZÓNICOS 2017” desarrollado en la I.E.P.P.S.M. “LA REAL” a cargo del Lic. Michel Bardales García.)


“LA NIÑA PÉRDIDA EN EL RÍO”

Marissa Yamile Rodríguez Ruiz

Ya era casi de noche cuando la familia Fasabi terminaba de cultivar y recolectar algunos frutos de su chacra. Luego de acumular todo en los paneros, regresaron por un pequeño camino que terminaba en la orilla de río. Ahí estaba atracada su pequeña y vieja canoa que había sido construida por el abuelo que vivía en medio del monte. Él se dedicaba a la construcción de canoas y además era muy conocido en varios pueblos como un poderoso brujo “banco”.

Remaron río abajo rumbo al caserío. En el transcurso del viaje, Clarissa se puso a jugar en la proa de la canoa. Lo hizo por un buen rato, hasta que de pronto, se resbaló y cayó al agua. En ese momento, la pobre niña, solo sintió que le jalaban los pies y aguantó la respiración mientras se hundía.

—¡Clarissa! ¡Clarissa! ¡Nada hija! ¡Nada!—gritaban sus padres desde la canoa.

Su padre, se lanzó al agua en ese momento pero no pudo alcanzarla a tiempo. Miro por todos lados pero no la encontró; ya se había hundido. Pensaron lo peor y se desesperaron. La buscaron por varias horas por ese lugar y río abajo, pero no pudieron encontrarla. Lo único que recuperaron fue su pequeño pañuelo blanco y asumieron que se había ahogado.

—¡Qué tragedia!— Lloraban desconsolados. Cuando llegaron al caserío, sus padres contaron a sus demás familiares todo lo que había sucedido. Todos se sintieron tristes y destrozados por esa terrible tragedia.

A media noche, cuando ya estaban velando sus ropas. Llegó inesperadamente el abuelo Wishin y se sorprendió al ver que había pasado una tragedia en su familia.
Se acercó a la tarima donde estaban velando las ropas de la niña ahogada y cogió el pequeño pañuelo blanco y sintió algo muy extraño. Lo olió, cerró los ojos y luego de meditar por un momento dijo:

—¡No lloren más! ¡Clarissa no está muerta! La niña no se ahogó, su pañuelo está oliendo a bufeo… hummm…en el agua debe estar viviendo—.

Al decir esto, los que estaban presentes en el velorio, se asustaron y no sabían qué decir sobre lo que anunciaba el viejo brujo.

Solo vieron al abuelo Wishin prender su mapacho y dirigirse al barranco. Estuvo ahí mirando al río fijamente por varios minutos. Los demás no entendían lo que estaba pasando. Solo vieron  al abuelo fumando y gritando en una lengua muy extraña y, de un momento a otro —¡Plashhh!—, se lanzó al río en medio de la oscuridad.

Toda la familia y los vecinos corrieron hacia el barranco y se asustaron mucho al ver que no había rastros del viejo Wishin.  Alumbraron con sus linternas y no había nada, las aguas estaban muy tranquilas y parecía como si estas se lo hubiesen tragado.

Ya había pasado una hora y la gente del pueblo aún seguía esperando a que salga el viejo Wishin, pues dicen que los brujos “bancos” pueden andar y vivir tanto en el mundo de los hombres como en el mundo acuático de los tsungkis.

Alumbrando hacia las aguas pudieron ver un enorme remolino que se acercaba hacia la orilla. Todos lo miraron fijamente hasta que de pronto, el abuelo Wishin emergió de las aguas cargando entre sus brazos a Clarissa. La pobre niña estaba dormida cuando fue rescatada por el viejo brujo que amenazó atormentar a los yacurunas con los poderes que le fue otorgado por la misma Yacumama.

Desde esa noche, los tsungkis ya no volvieron a molestar a Clarissa, ya que tenía la protección del viejo brujo.


(Extraído de la colección de cuentos: “LAS VISIONES DEL VIEJO WISHIN” redactados por estudiantes de primer año de secundaria)

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