De Álvaro Ique Ramírez
Álvaro Ique Ramírez
El veneno de la poesía/ the Poison of Poetry
EL EQUILIBRISTA
EN SU HILO DE METAL
El
poeta es el equilibrista en la cuerda floja. El apestado.
Cuando
de las bellas artes se trata en un pueblo de inquisidores con un garrote en la
mano, cada casa tiene una hoguera, una guillotina, una horca y un cementerio.
Allí van a dar los objetos artísticos ‘inapropiados, incómodos y obscenos, y
los apestados artistas que los inventaron’. Hasta este punto el poeta es todo
lo enunciado, por lo tanto, inelegible para el código de barras. Y no tiene
cómo sustentar su condición humana y superchería poética.
El
poeta posee suficiente carga eléctrica, pero tiene excesos mentales. Algunas
veces es aceptado a condición de desaparecer su bolígrafo y romper su piso
liso, machihembrado. Otras veces es descalificado con la malvada intención de
hacerle añicos y desaparecerlo. Desdeñan su obra. Desaprueban sus sueños y delirios,
y decretan su desaparición. Sin paradero conocido dejará de ser o existir. Con
amable irritación alguien mencionara sus andares. El poeta, sin desabrimiento
alguno, desambigua su naturaleza y se aloja en ‘sus mazmorras mentales’ y
permanece al máximo hurgando en el pus, en el acetato polícromo y en los
códices de las ciudades sigilosas. Altera levemente, a sacudones, el monumental
orden. Se conduele de las mulas y las reses salvajes que serán descuartizadas
en la urbe. Ahí es cuando los comisarios del orden intentarán arrancarle la
lengua y despedazar sus palabras. Y el poeta —la piedra del escándalo—
escribiendo letra a letra, ardiendo en la pasión y el fuego, sin decir oxte ni
moxte.
«Esto es lo que encontré en el prólogo. Y me jode».
El editor
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