LA VENGANZA
DEL MOTELO
VÍCTOR MOREY
(… )
M
|
amá
motelo, preparaba esa mañana, la comida del motelito, socarrón, alegre,
preguntón y rencoroso. Al lado de la madre, esperaba su ración, dando pasos
lento y oteando el ambiente. De pronto, paróse delante de la mamá y le preguntó
a boca de jarro:
-
¿Qué ha pasado con mi padre, mamá?
-
El tigre lo ha comido, hijo – le contestó la madre-, por eso, debes crecer para
vengar su muerte-añadió al momento de alcanzarle su comida.
El
motelito, parpadeó varias veces indeciso y se puso a comer. Una vez que hubo
terminado, pensativo con pasos vacilantes, se retiró, dirigióse al bosque a
recostarse sobre la fresca hierba.
Esta
ya por quedarse dormido, cuando apareció el tigre, y acercándose al motelito,
le preguntó mimoso:
-
¿Eres tú el motelito hijo, no es verdad?
-
Sí, soy yo – le contestó malhumorado.
-
¿Y qué has comido amiguito?
-
Mi madre siempre me convida pan de árbol.
-
¿Y es rico el pan de árbol?
-
Bonito es su sabor. ¿No quieres probar un pedacito que he guardado?- y, sacando
del resquicio de la concha, le alcanzó una almendra del pan de árbol.
El
tigre, lo probó y luego le dijo, relamiéndose:
-
¡Hummm!, en verdad es muy rico con razón lo comes todos los días. Y dime,
Motelito. ¿Con tan rica comida, cuándo te haces grande para comerte?
-
Yo no puedo crecer, solo tengo diez años todavía, le respondió algo
amedrentado. Entonces el tigre, al notar su enojo y su turbación, cambió de
tema preguntándole:
-
¿Cogerías una fruta para mí, Motelito? Quiero probar más de tu comida, que es
muy sabrosa.
-
Bueno, voy a coger una pata ti - Dicho esto, el motelito comenzó a trepar un
árbol de pan, recomendando al tigre que no mirase arriba mientras subía. Si me
miras, me vas a derribar- añadió volviendo la cabeza.
-
No voy a mirar,- le contestó el tigre-. Tú mismo has de derribar un pan de
árbol mientras yo espero. Más al poco rato, le preguntó:
-
¿Ya has llegado?
-
No todavía, falta poco. Cuando encuentre uno bien maduro te lo voy a alcanzar.
¡No me mires! Tigre, que me puedes derribar, repetía a cada momento el motelito
tratando de ubicarse sobre una alta rama, precisamente sobre el tigre, el que
con la cabeza gacha esperaba tranquilo.
-
¿Llegaste ya?- volvió a preguntarle sin despegar los ojos del suelo.
-
Todavía no; ya estoy cerquita, espera nomás, ¡no me mires!
Al
tiempo de advertirle esta última recomendación el motelito después de
acomodarse justamente sobre el tigre, se desplomó desde lo alto cayendo sobre
él y destrozándole la cabeza por el fuerte golpe de su caída. El tigre cayó
fulminado y el motelito vengativo, sentenció de esta manera:
-
¡Bien, hecho! Ahí estás estirado, ahora aguanta, porque has comido a mi padre.
¡Así lo que querido!
Otro
día, la mamá motelo, estaba curando a sus nietos de <<cuchipe>>, peán,
-enfermedad que constituye un flagelo en la selva- echándole brea caliente
sobre las heridas.
De
pronto, un tremendo tigre viejo, se acercó a la motelo y saludándole muy
cortés, le preguntó:
-
¿Qué haces mamá motelo?
-
Estoy curando a mis nietos su cuchipe- le contestó.
- Me permites descansar a tu lado n ratito,-
volvió a preguntar el tigre, chasqueando
su lengua como quien paladea un manjar.
-
Bueno, -le contestó recelosa la Motelo, -ahí tienes la hamaca.
Luego,
y cuando el tigre se acomodó de un salto en la red de <<chambira>>,
le recomendó con cierta malicia: -No duermas de costado porque vas a tener
malos sueños. Échate de espaldas y abre la boca para que respires mejor-
añadió.
El
viejo y complaciente tigre, haciéndole caso, se acomodó boca arriba y al rato
estaba roncando.
Entonces
el motelito apareció ante la llamada de la madre. Se acercó cautelosamente y
tomando la mocahua de brea hirviendo, la vació en la boca abierta, con lo que
el tigre saltó de la hamaca cayendo al suelo revolcándose en estertores de
agonía, estiró las patas, lanzando tremendos rugidos de dolor, hasta que
expiró.
El
motelito vengativo, sentenció también esta vez, danzando alrededor del viejo
tigre:
-
¡Bien hecho! Ahí estas estirado. Ahora aguanta, porque has comido a mi padre.
¡Así lo que querido!
En
otra ocasión, el motelito, recostado en su hamaca, hacía música, tocando su
cajita sonora, con tanto compás y sincronizado ritmo, que atrajo la curiosidad
de un joven y lustroso tigre que pasaba en esos momentos por la morada de mamá
motelo. Encantado por la bizarría del tamborileo que ejercitaba el motelito en
su rústico instrumento, se acercó hasta la hamaca y le preguntó.
-
¿Qué tocas, motelito, que suena tan bonito?
-
Es mi juguetito- le contestó el motelito volteando la cabeza para mirar al
intruso.
-
¿Y, dónde has conseguido ese juguetito?
-
Con candela lo han fabricado- respondióle mientras el tigre avanzaba embelesado
a curiosear el artefacto sonoro.
-
¿No quieres venderme tu juguete, motelito?
-
No, procura tú también sacarlo con candela como yo lo he conseguido. En un
tinajón, mi madre me ha quemado para sacarlo para mí.
Fue
entonces que el curioso tigrecito corrió donde su madre y mandaron preparar un
tinajón de su porte. Luego acarreó leña, tal como le instruyera el motelito, y
metiéndose dentro, mandó atizar la
candela. Al poco rato, sintió que el fuego cada vez más vivado, comenzaba a
quemarle, y, lanzando un grito desesperado y gritó:
-
¡Ya me quemo, no aguanto esta quemazón! Y, saltando dentro de la tinaja, pugnaba
por salir del horno que se había preparado.
El
motelito que presenciaba la peregrina ocurrencia de su invento, trató de
alentarlo diciéndole:
-
No seas dejado, falta todavía, no te vayas a morir por el calor; así como se
saca el juguito. No te quejes tanto, yo he resistido más que tú ese calor,
cuando recibas tu juguete, retirare la tinaja del fuego.
En
ese momento, las altas llamas que rodeaban el tinajón, furiosamente atizadas
por el motelito, llegaron a sofocar al tigre que pataleaba dentro, hasta que se
rompió en mil pedazos, cayendo el incauto cachorro sobre las brasas y
carbonizándose al momento que lanzaba horribles rugidos de dolor.
Entonces,
el motelito, gritó alborozado al ver muerto al tercero de los tigres que había
comido a su padre. Y danzando alrededor del humeante cuerpo, sentenció, como
era su costumbre.
-
¡Bien hecho! Recoge tu juguetito ahora. Ahí estás renegrido y quemado vivo.
¡Aguanta! Porque has comido a mi padre. ¡Así lo que querido!
Aquella
tarde, el motelito danzó hasta que la noche envolvió la tierra con manta negra.
FIN
Cuál es su tema
ResponderEliminaruna obra regional bastante reflexiva, podemos encontrar el regionalismo, cuando dice el motelito es lindo, para pensar que nada es imposible si te lo propones, subir un árbol siendo una tortuguiga, puedes matar al tigre interno que nos asusta ante cosas que queremos lograr.
ResponderEliminarLa obra del gsllinaso sin pluma
ResponderEliminar